jueves, 1 de enero de 2009

Si vas para Pallpata


Perdido a medio camino entre Puno y Cusco, literalmente en el medio de la nada, está Pallpata.

Después de horas de viaje camino de la Capital Inca, por la "ruta" alternativa que el Capataz del micro había elegido celular y mapa en la mano intentando esquivar los violentos piquetes, el transporte, exigido por las condiciones difíciles del camino, obligó a una parada de reparación en el primer pueblito que apareciera.
Nos aproximamos a la plaza, donde nos esperaban unas cincuenta personas reunidas para presenciar el evento del año: docenas de ómnibus pasaban llenos de turistas por el pueblo, desviados por los cortes de ruta.

Miraba el monumento ubicado en el centro de la plaza, cuando le pregunté a mi padre quién sería ese hombre armado hecho estatua de bronce allí arriba. "Es un héroe campesino de aquí, que luchó en la rebelión contra los terratenientes", me respondió un hombre mientras se aproximaba para saludarme. Con aspecto de trabajador campesino, de no más de treinta y pocos años, me preguntó de dónde veníamos (¿debo aclarar que era obvio nuestro aspecto de turistas? No sólo por nuestra vestimenta y equipamiento, sino por nuestra tez blanca y estatura superior a los 180 cm).
"¡Pero qué bien hablan el español!", fue su respuesta al oír que proveníamos de un lugar que obviamente no tenía idea de dónde se encontraba.

Si nuestra presencia era extraña en el pueblo, imagínense la divertida escena que protagonizaban los más de 20 turistas que no hablaban español, muchos de ellos rubios y altos, repletos de cámaras digitales de última tecnología, y ropa especial para viajes y caminatas. Dada nuestra facilidad idiomática, interactuamos con algunos de los curiosos que se aproximaban a conversar con nosotros. Pocos tenían idea de dónde estaba nuestro país, entre los que se hallaba un profesor de secundaria y sus estudiantes. El docente se encargaba de aconsejarles que estudiaran, así un día podrían tener la oportunidad de viajar y conocer otros lugares. Ah, y conocían a algunos de nuestros futbolistas, y algunas de las ciudades, las más obvias como la capital y el principal balneario, y otras no tanto como Puerto Montt. Bueno, es que ésa ciudad
es nuestra según la geografía musical propuesta por Los Iracundos, suceso musical por esos lares, como habíamos constatado en los pasacalles y afiches anunciantes de una actuación del combo, presentes en Puno, la perlita del Titicaca.

Como supongo sucede en todos los encuentros con otros pueblos, lo más agradable es conocer a los niños. Decenas se habían reunido en la plaza, y se iban y venían entre risas y un poco de vergüenza, y una enorme curiosidad. Hablamos con varios de ellos, nos preguntaron cómo era nuestro país, qué hacíamos, y muchas cosas que no recuerdo. Pocos tenían idea de dónde estaba nuestro país. Pocos habían escuchado hablar de nuestro país. Todos estaban fascinados con nuestra cámara de fotos. Yo les prometí que enviaría las fotos que les tomáramos una vez que retornáramos a casa. Aún no he cumplido mi promesa. He aqí mi confesión; ahora me resta bajarle la resolución a las fotos así las puedo enviar. Perdón por la demora, Amílcar.

2 comentarios:

marcapaso dijo...

A mi lo que escribis me ahce acordar a esto que escribió Eduardo Galeano , en el libro de los abrazos:

Celebración de la fantasía

Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca
del Cuzco. Yo me había desprendido de un grupo de turistas
y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra,
cuando un niño del lugar, enclenque, se acercó a
pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la
lapicera que tenía, porque la estaba usando en no sé
qué aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un
cerdito en la mano.
Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras
me encontré rodeado de un enjambre de niños que exig
ían a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus
manitos cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado;
Había quien quería un cóndor, y quien una serpiente,
otros preferían loritos o lechuzas, y no faltaban
los que pedían un fantasma o un dragón.
Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito
que no alzaba más de un metro del suelo, me
mostró un reloj dibujado con tinta negra en la muñeca;
- Me lo mandó un tío mío que vive en Lima -dijo.
-¿Y anda bien? -le pregunté.
- Atrasa un poco - reconoció.

reversionteatro dijo...

Hola Alvarito

no tengo ningún problema en mandarte el DVD de QUIROGA pero primero debo saber quién sos.

escibinos a reversionteatro@gmail.com

gracias.