miércoles, 30 de abril de 2008

Tiempo de escribir


Yo, antes que nadie, lamento la baja frecuencia con que aparece este aperiódico. Primero que nada, es tiempo de escribir. Siempre ha sido el tiempo de leer, por lo menos desde que aprendí a hacerlo. Ahora es tiempo de escribir.
Si bien he escrito desde que aprendí a hacerlo, ahora es tiempo de escribir. De escribir otros textos. De escribir para otros lectores.
Voy a quejarme. No lo he hecho aún en este blog, creo. Voy a hacerlo ahora. Atentos. Aquí viene. (De repente, como me gusta que vengan, un error de tipeo vino para mostrarme que me gusta escribir aqí, sin u, mucho mas que usar la q sola o xq o qe o cosas así. Aqí va entonces)

No tengo tiempo de escribir.

Analicemos la frase. Primero, habrán notado, además de quejarme he mentido. Tengo tiempo de escribir. Además es tiempo de escribir, lo que es lo mismo. Debo decir entonces, cuando me vienen unas ganas enormes de escribir, cuando encuentro un tema para escribir, no tengo computadora cerca. Ni lápiz (una vez probé escribir en un cuaderno, funcionó a medias). Podría intentar anotar el tema sobre el que quiero escribir, y desarrollarlo luego. No lo he hecho. No sé por qué. Tengo miedo que no funcione. Y que me pase como ahora, que tenga ganas de escribir, pero no tenga idea de qué quiero decir. Algunos dicen que en tal caso mejor no escribir. Quizás. Creo que ésos no saben lo que es un blog.
Aqí les dejo mi presencia.
Reproducible en alguna pantalla, en gris oscuro sobre blanco, en garabatitos con formas vistas miles de millones de veces, supersabidas. Que sin embargo en combinación, les deja mi rastro. O algo parecido.

martes, 22 de enero de 2008

Estar vivo

Demasiado pocas veces se rompe la falsa vigilia que nos mantiene viviendo como si la vida fuese una continua espera, una distracción constante hecha de pequeñeces que supuestamente están puestas al servicio de vivir. En esas pocas veces que uno cobra lucidez por un momento, recuerda cómo se siente estar vivo. Que venga Henry Chinaski y me lo explique.


Puede ocurrir en cualquier momento, pero quizás sea más frecuente en soledad. La contemplación absorta de alguna cosa, una profunda sensación de tristeza o dolor, o, algunas veces, una intensa alegría. No es de extrañarse que exista en nosotros un mecanismo de removernos de nuestro sopor diario, de quitar de la mente la zanahoria de la rutina que nos guía ciegos de mundo por un estrecho camino. Al menos, es lógico que eso funcione en momentos de profunda crisis personal, aunque haya quienes se resisten a abandonar el refugio de la inercia.
Lo que sorprende, es que cierto arreglo de manchas negras sobre papel blanco, cuando se encuentran dispuestas de forma particular, puedan someter violentamente al observador a un estado vívido. Vívido, por decir vivo de una forma intensa. El observador se para, camina, una monstruosa sensación de consciencia de sí mismo lo desborda. Se da cuenta de todo lo enmohecido que ha estado sus sistema sensorial, su percepción de la vida. Hace calor, estaba leyendo un libro, el escritor sentenció hace décadas las palabras mágicas, sólo porque el autor había vivido situaciones mágicas, que lo volvieron un vivo entre un mar de muertos. Camina sobre pedregullo, y el enjambre de piquetes recorre sus pies con un mensaje: "así se siente caminar". Luego se dirige al pasto, y le recuerda, "ésto es el pasto". Mira a su alrededor, ve el jardín, los árboles, las flores, el verde y los colores. "Ésto es un jardín", y todo parece iluminado por una luz perfecta que deja ver los secretos de todas las cosas. Pero qué derecho tiene el autor del libro a provocar todo esto! Quién te manda a leer, jodete si te sentís vivo.