sábado, 22 de septiembre de 2007

El Altísimo


A pesar de haberse manifestado a edad temprana, nunca es tarde para darse cuenta de que alguna cualidad física propia, irrisoriamente obvia de tan evidente, afecta de maneras impensadas múltiples aspectos de la percepción de sí mismo y del entorno. Que venga un basketballista Freudiano y me lo explique.

Ser alto es un factor que afecta prácticamente todos los aspectos de la vida de una persona, el cronista lo sabe y su espalda se lo recuerda muy a menudo. Desde la escuela, ser el último de la fila tiene algo de especial, pero ser descontadamente el último de la fila es aún más, pasa a ser parte de la definición personal, comenzando desde temprana edad a influir en los designios que el cosmos le tiene deparado.
De adulto, o casi, el alto domina la escena, al menos desde ese punto de vista, valga la doble descripción. Por tal motivo es objeto de admiración, asombro y represalias, ataques a su dominancia vertical por parte de sus congéneres inferiores. Es que la verticalidad está profundamente asociada a la calidad, jerarquía o relevancia de una persona o cosa. Lo más alto y lo más bajo, esos conceptos están asociados a consideraciones de calidad, quizá presentes dada nuestra naturaleza bípeda, y nuestra marcada asimetría vertical. La dominancia de las alturas frente a las bajezas quizás se deba a la posición de nuestra cabeza en la porción superior del tronco, y quizás de nuestra fascinación por el cielo y la idea de que la divinidad y la perfección residen fuera de la tierra, allá arriba. De cualquier modo, estar por encima de alguien conlleva un paquete de implicancias de índole jerárquica, de poder, y para ilustrarlo obsérvese al lenguaje: superioridad, supremacía, lo más alto, las alturas, etc.
Entonces el alto, que es muy alto, intenta ponerse a la altura inferior de quienes lo rodean. Para demostrar que no pretende imponer una distancia de subordinación, y para escuchar mejor. Que en una escena ruidosa no escucha una mierda lo que los otros hablan.
Así va encorvándose por la vida, mirando a los ojos a la gente (que está abajo), y mirando a su alrededor los objetos de uso cotidiano (que están por debajo).
Hasta que un día, en una habitación cualquiera, revive el momento en que el primer hombre erguido camina sobre la tierra, y asombrado, estira el cuello hasta que su mirada es un plano paralelo al suelo. Mira la puerta, desde arriba, y observa que hay polvo en la hoja de la puerta, que hay estantes con libros que no había visto antes, y que la habitación ha cambiado completamente. Luego resuelve volver a visitar lugares que le son suyos, con la cabeza en la posición que debe tener, resuelto a mirar cómo se ve cuando el que mira es él mismo.

2 comentarios:

marcapaso dijo...

Desde las alturas la visón del mundo es distinta me hace acordar a la peli de la frase "Carpe Diem"...
Tener otro punto de vista de las cosas, ser diferente, ir contra la corriente....
Así tambiém uno es más libre.
No está nada mal ponerme en punta de pies para alcanzar tu mirada.

coppelia dijo...

Por suerte, de una forma o de otra los impedimentos estericos se superan
Yo, desde las antípodas

La sociedad de los poetas muertos! Buena peli!